La escapada by William Faulkner

La escapada by William Faulkner

autor:William Faulkner [Faulkner, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1962-01-01T05:00:00+00:00


8

Everbe, Boon y yo llegamos con tiempo de sobra o, por lo menos, eso creíamos. Vimos en primer lugar a Ned, que nos esperaba delante de la estación. Llevaba puesta una camisa limpia: o se trataba de una nueva, o había conseguido de algún modo que le lavaran la otra. Pero casi de inmediato todo empezó a ir demasiado deprisa para que nadie se enterase aún de que el propietario de la camisa era Sam. Ned ni siquiera dio tiempo a Boon de abrir la boca.

—Cálmate —le dijo—. El señor Sam está cuidando de Lightning mientras yo termino de arreglar las cosas de fuera. Ya han recogido el furgón y lo han enganchado al tren que está esperando detrás de la estación a que suban todos ustedes. Cuando el señor Sam Caldwell dirige un ferrocarril todo va sobre ruedas, ya lo creo que sí. También le hemos puesto nombre: Forkid Lightning —después me vio la mano vendada. Casi dio un salto—. ¿Qué te ha pasado?

—Un corte —dije—. Estoy perfectamente.

—¿Qué clase de corte? —preguntó.

—Un corte transversal debajo de los cuatro dedos —dijo Everbe—. Ni siquiera debería mover la mano.

Tampoco Ned perdió más tiempo con aquello. Echó una ojeada alrededor.

—¿Dónde está ese otro? —preguntó.

—¿Ese otro qué? —dijo Boon.

—Pantalones-de-pana —dijo Ned—. Ese renacuajo que sólo habla de dinero y estaba anoche con nosotros. Puede que se necesiten dos manos para ese caballo. ¿Quién crees que va a montar a Lightning en esa carrera? ¿Yo? ¿O tú, que pesas por lo menos dos veces más que yo? Iba a hacerlo Lucius, pero si tenemos a ese otro no hace falta que nos arriesguemos. Pesa incluso menos que Lucius y, aunque no tenga tanto discernimiento, no le falta la suficiente mala idea como para montar un caballo de carreras, le gusta el dinero lo bastante como para querer ganar y probablemente es demasiado cobarde para soltar las riendas y caerse del caballo. Que es todo lo que necesitamos. ¿Dónde está?

—Camino de Arkansas —dijo Boon—. ¿Qué edad le echas?

—La que aparenta —dijo Ned—. Unos quince, ¿no es eso? ¿Arkansas? Pues que alguien vaya a buscarlo y deprisita.

—Sí —dijo Everbe—. Iré yo. Ya no hay tiempo antes de que salga el tren. Me quedaré aquí y lo llevaré por la tarde en el siguiente.

—Eso está bien —dijo Ned—. El próximo tren es el del señor Sam. Sólo tiene que entregarle a Pantalones-de-pana; el señor Sam sabrá manejarlo.

—Claro —le dijo Boon a Everbe—. Eso te dejará una hora entera para que practiques el No con Sam. Puede que sea más hombre que yo y no se conforme pero ella se limitó a mirarlo fijamente.

—Entonces, ¿por qué no te quedas tú y traes a Otis y nos reunimos por la noche contigo en Parsham? —dije. Esta vez fue Boon quien se me quedó mirando.

—Vaya, vaya —exclamó—. ¿Qué fue lo que dijo anoche el señor Binford? Que me aspen si no hay un cerdo nuevo en este barrizal. Excepto que éste no es todavía más que un lechón. O por lo menos eso era lo que yo creía.



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